Siempre voy a ser una raver de corazón. Lo fui, o lo soy, gracias a la música, pero también cuando entendí que los espacios de fiesta también son otro horizonte político en nuestra vida. Todo en una fiesta es político: el precio de la entrada, el filtro, el horario, les invitades y hasta la selección musical. Aún así, casi todas las personas que salen de fiesta, lo hacen para escapar de este tipo de reflexiones. ¿Por qué nos cuesta tanto pensar en un espacio de placer como un escenario político que nos puede enseñar muchísimo sobre la comunidad que nos rodea?
Esa emoción ingenua que sentía hace 12 años por la fiesta como espacio político, ahora es escepticismo. La realidad sobre lo que pasa en los espacios de fiesta me volvió escéptica. Pero nunca me quitó las ganas de reflexionar sobre las dinámicas de la pista de baile, el placer, el disfrute y las nociones de resistencia que esto trae. Por fin me animé a sacar adelante esta newsletter para compartir algunas de ellas.